Hace un par de semanas estuve por Madrid. Un día quedé en visitar temprano a quien había incentivado mi viaje. Como yo andaba alojado en casa de mi prima en la calle Mesón de Paredes en el madrileñísimo barrio de Lavapiés, opté -como es lógico- por emplear el magnífico sistema de Metro de la ciudad. Así que me metí en las fauces del Metro por la boca de Conde de Romanones en la estación de Tirso de Molina de la Línea 1, hice un cambio en la estación de Chamartín donde cogí la Línea 10 con dirección al Hospital Infanta Sofía, trasbordo obligado en la estación de Tres Olivos y abajo en Las Tablas.
Raro en mí -la verdad no tanto- llegaba tarde. Creo que el cambio de horario me estaba pasando todavía factura. Así que después de caminar unos diez minutos desde la salida de la boca del Metro llegué a mi destino. El primer problema vino cuando vi el comunicador del edificio. ¿Cuál era el departamento? No sabía o no me acordaba del número. Aparecía al lado del comunicador una lista de bloques A, B, C, D y una serie de números desde el 101 hasta el 616. La primera opción preguntar al portero. Esfuerzo vano, no me supo dar razón. Pasemos al plan B, toco cada uno de los departamentos y seguro que pronto doy con el departamento que quiero. Pero me apiadé de los moradores de aquellos edificios, decidí descartar esta opción para pasar a mi más civilizado plan C.
El plan C no era otra cosa que buscar un teléfono público, comunicarme con quien quería visitar con tanto ahínco y al mismo tiempo que me disculpaba por la tardanza obtener la información que necesitaba. Así que ingenuo yo puse manos -en realidad pies- a la obra buscando el dichoso teléfono. No olvidemos que nos encontramos en los alrededores de la estación de la Línea 10 de Las Tablas.
Vi unas tiendas de flores y de víveres frente al edificio donde me encontraba, así que fui a por ellos. Nada, no tenían teléfono. – En un bar, me advirtieron. Un bar, cosa fácil, Madrid está lleno de bares y el barrio no era la excepción. Así que a preguntar por los bares de la localidad. Subí por la Avenida de Santo Domingo de la Calzada, donde pululan bares de distintas categorías y nada, hice lo mismo en Palas de Rey, identico resultado. Anduve por la Glorieta del Monte del Gozo (supongo que debe su nombre a lo que en algún momento debió ser algo parecido a la Pera del Amor al final de la avenida Salaverry en Magdalena) donde se sitúan varios restaurantes. El resultado, el mismo.
Noté un supermercado en la avenida del Camino de Santiago, casi con el cruce con Santo Domingo de la Calzada. Nada. Al costado una farmacia. No hay. La estación del metro debe contar con un teléfono público me dije casi como única opción. No tiene. Una hora en este trance me habían convertido en una suerte de moderno Ricardo III bramando esta vez por un teléfono público, así que decidí regresar donde había comenzado, en el edificio con el comunicador lleno de algoritmos indescifrables.
Llegué nuevamente a mi edificio. Esta vez las cosas pintaba peor pues el portero había desaparecido. Pero, invocación a San Judas Tadeo de por medio, apareció la solución. Llegó con un camión de una empresa de limpieza de alfombras. Así que cuando entraron los hombres para dejar los tapices recién lavados, me colé con ellos. Un vecino piadoso me dio la información que necesitaba y listo dos horas y media después de salir de Lavapiés alcanzaba mi destino. Lo curioso de todo esto es que me encontraba sólo a unos cientos de metros del local principal de Telefónica en Madrid en la Ronda de la Telecomunicación.
…
En verdad una odisea griega, con una carga drámatica digna del Peloponeso…
A propósito unos comentarios:
Tal vez la ausencia de un TPP (teléfono público de pago), se deba a que en España la definición de acceso universal, corresponde a criterios en los cuales la presencia de los mencionados TPP es marginal respecto de otros servicios.
Como bien indica nuestro amigo, el economista catalán Joan Calzada http://www.ub.edu/irea/staff/PPRE/jcalzada.htm
en su libro (“Resultados y nuevos objetivos de la política de telecomunicaciones”, en A. de la Fuente y T. García-Milà (eds.), La Economía Catalana: Retos y Oportunidades. Barcelona: BBVA y Departament d’ Economía i Finances de la Generalitat de Catalunya)
“(…) el proceso de liberalización de las telecomunicaciones y la implantación del servicio universal en España ha ofrecido buenos resultados, dado que la gran mayoría de los hogares españoles accede a la telefonía fija en unas condiciones aceptables y la penetración del móvil es superior a la media europea. No obstante, en los próximos años el reto será la universalización de las tecnologías que permiten acceder a la Sociedad de la Información y el Conocimiento. El objetivo es que todo el territorio tenga acceso a las redes de móvil y de la banda ancha. Por otro lado, hay que proporcionar los medios y la formación a los potenciales usuarios para que le saquen el máximo provecho de las nuevas tecnologías y para evitar la formación de la brecha digital”.
Como bien adelanta Joan, el reto en la universalización de los servicios de telecomunicaciones en España considera un ambiente de convergencia en el que además se impulsen vías acordes tales como la comunicación móvil y un acceso a Internet rápido.
Evidentemente, en ese contexto los accesos públicos son menos necesarios, (salvo los “odiseicos” casos como el que se narra).
De hecho, según el Real Decreto 424/2005 y la LGTEL, dispositivos a través de los cuales se establece el alcance del Servicio Universal (RSU), el Gobierno español deberá garantizar una oferta suficiente de teléfonos públicos de pago en todo el territorio nacional que se define como 1 TPP por municipio y otro por cada 1500 habitantes.
Un «callejero» de TPP podría ser una buena opción para identificarlos dentro de los municipios, aunque siendo que los índices de uso de telefonía móvil son tan altos (110%), en efecto su necesidad es marginal … Aunque como bien se narra en la historia, U will never know…
Para ver la entrevista a Joan Calzada respecto de estos temas, los esperamos en
TECHTULIA en Semana Económica online