En los últimos años se ha hecho común la práctica por parte del algunos músicos de antaño de re-grabar viejas canciones. Citemos algunos ejemplos.
Journey
La banda estadounidense conocida por la famosa canción «Don’t Stop Believin'» popularizada en años recientes por la serie «The Sopranos», «Glee» y el musical «Rock of Ages» decidió hace algunos años, al reclutar a su nuevo vocalista, re-grabar sus viejos hits y lanzarlos al mercado de la mano de su nuevo álbum. Cuando Neal Schon, guitarrista fundador de la banda, fue consultado sobre la razón por la que la banda re-grabó su catálogo éste respondió:
It wasn’t something that I wanted to do necessarily, but it was all part of a Wal-Mart distribution deal that Irving [Azoff Management] put together. See, Wal-Mart is like the new record store. Aside from Target and Best Buy, Wal-Mart’s the only game in town. There’s no more Tower Records. The great thing for the artist is that, when it comes to your royalty rate, the deal is much more favorable with Wal-Mart than it’s ever been with a major label. Sony owns all our old recordings, and they make it very difficult to get a decent deal, even with a greatest hits package, because they’re trying to stay in business—they wanna make all the f***in’ money. We’re now making four times the royalty we made on Sony, and the new album is heading toward platinum.
Def Leppard
Otra conocida banda de rock ochentero anunció el año pasado su intención de regrabar el catalogo completo. Cuando el año pasado re-grabaron la famosa «Pour Some Sugar On Me», ésta vendió 21,000 descargas en los Estados Unidos según Nielsen SoundScan, 5,000 derivadas de la promoción de la compilación «Rock of Ages» (2012). Las razones de la banda para tomar ésta decisión nuevamente se encuentran en torno a los derechos que ostenta Universal Music Group sobre su catálogo y la dificultad en llegar a un acuerdo con ésta para el pago, en particular, sobre descargas digitales. Una de las complicaciones que advirtió en algún momento Joe Eliott, vocalista de la banda, era el hecho que si bien era divertido re-grabar el catalogo completo, lo cierto era que su voz no era la misma del momento en que grabó la canción original.
Rubén Blades
Hace unos días Rubén Blades realizó enérgicas declaraciones en contra de las empresas discográficas. Al respecto señaló lo siguiente:
«Si usted va a un banco y pide un préstamo para comprar una casa, el banco le deja la plata, usted le paga los intereses y lo que le debe. Cuando usted cubre el préstamo, la casa es suya. Con los discos no», explicó Blades en una conferencia que dio hoy en Nueva York en el marco de la Conferencia de Música Latina Alternativa.
«La compañía avanza el dinero para hacer el disco, nos quitaba la plata de las regalías y cuando cubría el costo de la inversión, el disco también era de la compañía todavía», ha seguido, con el fin de argumentar uno de sus proyectos profesionales: volver a grabar sus éxitos de juventud bajo el sello de Fania para tener en propiedad los derechos de algunas de sus canciones más reclamadas.
«Lo estoy haciendo para ser dueño de mis masters de Fania. Estoy regrabándolo todo. Gracias a Dios tengo voz para hacerlo. Cuando yo me muero le dejo eso a mi familia y quien quiera podrá tener el original que lo tendrá Fania, o la gente que lo tenga ahora, y también yo lo tengo», explicó.
Los anteriores son sólo tres ejemplos de una larga lista.
¿Cuál es entonces el problema?
Lo cierto es que las productoras discográficas, comúnmente conocidas como «disqueras», fueron parte medular de la industria musical en un momento de la historia por lo siguiente:
- El desarrollo tecnológico permitió, a inicios del siglo pasado, que los artistas no sólo vivan de sus conciertos en vivo sino además de la venta de las grabaciones de sus composiciones. Sin embargo adquirir la tecnología para realizar dicha fijación implicaba una inversión de capital bastante alta. En ese contexto, surgen las denominadas empresas discográficas tales como Columbia, quienes se encargaron de dicha labor.
- Progresivamente dichas empresas fueron adquiriendo mayor conocimiento del mercado musical, encargándose del negocio de distribución y comercialización del álbum o producción musical.
- El auge de la industria discográfica les generó un reconocimiento legal. Un distinción importante en este punto es aquella entre el derecho de autor y el derecho conexo. El primero es un derecho que ostenta el autor y compositor sobre su creación y fue la esencia del derecho de autor desde su origen. Sin embargo con el desarrollo tecnológico las empresas discográficas solicitaron contar con derechos sobre sus producciones. Así surgen los denominados «derecho conexos», plasmado a nivel internacional en la Convención de Roma (1961), que también aplica a intérpretes y ejecutantes así como organismos de radiodifusión. Nos referimos, en todo momento, a entidades que si bien no son autores de obras, contribuyen con su difusión. En el Perú los derechos de autor y conexos se encuentran regulados en el Decreto Legislativo No. 822.
Como cualquier intermediario en el mercado, las productoras fonográficas fueron vitales en la industria musical y esa importancia les permitió fijar a nivel contractual condiciones sumamente rígidas para muchos músicos. Y es que por mucho tiempo si uno no contaba con un «record deal» no era nadie en la industria de la música. Sin embargo al hablar de las relaciones entre músicos y empresas discográficas nos referimos a contratos que voluntariamente suscribieron los primeros con los segundos por necesidades particulares y cuya legalidad, en tanto acuerdo de voluntades, es plenamente válida. En ese punto las equivalencias que Ruben Blades encuentra entre un contrato de préstamo y uno de producción discográfica resultan insuficientes. Ello porque un contrato de producción discográfica involucra, como hemos señalado anteriormente en el punto 3, una serie de derechos vinculados a la creación y difusión de obras protegidas por derechos de autor lo cual reviste una serie de prestaciones con una complejidad particular que se diferencia de un préstamo bancario.
La aparición de Internet, sin duda, trastocó el modelo de negocios de las productoras discográficas basado en el control de la copia. La tecnología ha evolucionado mucho desde el gramófono a la fecha reduciendo el costo de las copias a cero manteniendo los niveles de calidad originales. Asimismo Internet ha reducido enormemente los costos de distribución del material musical. No sólo eso sino que cualquiera con una conexión a Internet podría montar su estudio de grabación prácticamente desde su «smartphone». Todo ello ha llevado a un fenómeno donde el rol de las productoras o empresas discográficas en su versión tradicional ha perdido vigencia y donde empiezan a surgir nuevos intermediarios digitales con nuevos modelos y propuestas de acuerdos contractuales (ver el caso de Artistshare y su modelo «fan funding» acá).
En ese contexto es probable que la práctica de re-grabar viejos hits siga siendo recurrente en músicos que estuvieron sujetos a modelos contractuales propios del sistema tradicional, y donde dichos intermediarios han encontrado un importante nicho en el creciente mercado de las regalías por distribución y descargas digitales respecto de los derechos adquiridos. Sin embargo debería ser poco probable (esperemos) ver a los Journey, Def Leppard o Blades del futuro en situaciones similares ya que el entorno digital actual brinda enormes y diversas alternativas para las nuevas promesas musicales.
Los dejo el reciente «trailer» del documental sobre Napster, el primer servicio de intercambio de archivos en línea que revolucionó la industria musical en los noventa. En el trailer se aprecian muchos comentarios que guardan sintonía con los puntos tratados en el presente artículo.