De muy poco sirve hablar de regulación de Internet y nuevas tecnologías si no existe un mercado sobre el cual se va a aplicar dicha regulación. En nuestro país tenemos un gobierno que nos llena de papeles, promoviendo agendas digitales y de competitividad pero que se tarda demasiado en pasar del discurso a la acción. Mientras el gobierno peruano se toma su tiempo, les presentamos un ejemplo claro de emprendimiento digital 100% hecho en Perú y por peruanos. Diana Castañeda y Carlos Caro, creadores de http://www.emprender.pe nos dan una lección de emprendimiento digital puro y duro y nos cuentan su historia en dos entregas. El título lo pusimos nosotros y el texto fue escrito por Carlos Caro.
Hace poco más de un año, a inicios de Enero de 2011 tenía la firme resolución de hacer un negocio por internet. La elección fue fácil porque estaba enamorado de una página web que había encontrado en el exterior. El proceso creativo duró cerca de 5 meses, en los cuales dibujé y desdibujé mi idea de negocio unas 20 veces, hice flujos de caja, proyecciones, estructuras de costos y todo lo que se me pudiera ocurrir para estar seguro de que este negocio, con un buen manejo, sería todo un éxito.
En el camino me reuní (por separado) con dos amigos de la universidad, a los cuales les mostré mi idea con la intención de tener un feedback de alguien en quien pudiera confiar. El resultado, en ambos casos, fue estupendo, los dos me dieron unos cuantos consejos sobre manejos de marketing y unas mejoras en los procesos (que eran bastante básicos) pero en términos generales les parecía una excelente idea.
Así que con estos dos espaldarazos, una TIR de 75% y un periodo de recupero cercano a “0”, me lancé a la parte final de mi plan: obtener los S/. 30,000.00 que me hacían falta para ejecutar mi plan de negocio y que mi idea se convirtiera en una realidad.
Es así que a finales de Junio de 2011 toqué a la puerta de un banco con todos los documentos necesarios para que me aprobaran sin problemas un crédito a 36 meses. Lo primero que me preguntó la persona que me atendió fue ¿Cuál es su número de DNI?, y yo con la confianza del caso y una sonrisa le dicté número por número los ocho dígitos de mi documento de identidad. De un momento a otro la cara de amabilidad del sectorista cambio a una cara de preocupación mezclada con frustración y me dijo “lo siento, no le podemos dar el préstamo, usted es 100% PERDIDA”. Para mí, que trabajé varios años en el mercado financiero, fue una noticia desconcertante y lo único que atiné a decirle es que eso no era posible y me retiré de la agencia bancaria.
Inmediatamente me fui a las oficinas de una central de riesgos muy conocida y compré un reporte que ratificó lo que me habían dicho en el banco, mi calificación en el sistema financiero era 100% PERDIDA. Empecé a revisar el extenso informe y encontré que desde marzo de 2009 un banco con el que yo tuve una tarjeta de crédito me venía reportando como un deudor con pésimos modales.
Regresé a mi oficina, empecé a buscar entre mis papeles y encontré lo que buscaba: un comprobante que decía claramente que en Febrero de 2009 yo había pagado el total de mi tarjeta de crédito en una agencia que este banco extranjero tenía en San Borja. Inmediatamente redacté una carta de reclamo a la que adjunté copia de informe crediticio y del comprobante de pago, y la entregué en la agencia que tenía más cerca.
Pasaron 02 días y un representante de este banco se puso en contacto conmigo, me pidió las disculpas del caso y me indicó que estaban realizando todas las gestiones ante la SBS para arreglar este penoso incidente, pero como en estas llamadas no todo es felicidad me dijo que el sistema de la SBS demoraría unos tres meses en actualizar la información y que recién a partir de ahí podría verse reflejada en todos los bancos la corrección de calificación la cual aparecería como 100% NORMAL.
Así que ahí me quedé, con mi plan de negocio, sin dinero y con muchas ganas de seguir adelante. Sabía que ninguna entidad financiera me iba a prestar dinero por lo menos en los próximos 3 meses así que empecé a investigar de donde podría obtener el dinero para que mi idea no durmiera “el sueño de los justos”.
Pensé en todo, hacer una rifa, una pollada, pedir prestado a algún amigo millonario (que no tengo), pero todo cambio cuando entre los resultados de Google leí algo que nunca había visto antes: financiamiento colectivo…
Me metí de lleno al enlace, que era de un blog español referido a temas de emprendimiento, y encontré que existía un concepto llamado crowdfunding (o financiamiento colectivo), que existían muchas paginas en Europa dedicadas a esto, que en Estados Unidos era una industria inmensa que movía millones de dólares todos los años y dije: genial, esta herramienta es lo que necesito para obtener el dinero necesario para mi proyecto.
Pero en el camino me fui encontrando con varias sorpresas, que en el Perú no existía una página parecida, que las páginas eran solo para residentes de los países donde se administraban (Europa, USA y un par de países de América del Sur), que la única forma de acceder a los fondos era por medio de una cuenta de PayPal (y aquí en Perú no se puede retirar dinero de PayPal por medio de ningún banco), y otras cosas más que empezaron a hacer nacer una pequeña desilusión en mi.
Pero esa desilusión me llevó a hacer una pregunta: ¿Y si hacemos una página web peruana con el sistema de financiamiento colectivo? La pregunta fue como una ola gigante porque hasta ese momento yo tenía en la cabeza (y en la computadora) un plan de negocio listo para nacer.
Hice, lo que siempre me aconseja mi papá, “dejar dormir la idea”, así que me olvidé del tema y me desconecté por un par de días. Al tercer día, tomé la decisión que me trajo hasta aquí, hagamos una plataforma web que se dedique a ayudar a otros a obtener los fondos para sacar adelante sus ideas y olvidémonos (por un momento) de la idea de negocio inicial.
Durante los siguiente 3 meses me dediqué a leer todo lo que podía sobre financiamiento colectivo, ver tendencias, visitar todas las páginas que existían en otro países, buscar iniciativas similares en otros mercados, hacer números, etc., y después de mucho camino empecé a darle forma a mi propia plataforma de financiamiento colectivo.
Aproveché todos los errores que vi en otros lugares, y busqué darles solución, repliqué todas las ideas buenas que había visto y luego de un par de ajustes ya tenía lista la primer versión de Emprender.pe.
En mi esquema había incluido 3 grandes categorías: Emprendimientos Sociales, Emprendimientos Empresariales y Emprendimientos Creativos. Es así que decidí enviar un correo a Diana Castañeda, una amiga que tuve hace años que yo sabía que era experta en proyectos sociales, pero que habíamos perdido contacto luego que viajó al extranjero a hacer su maestría. Nos reunimos en un café y le conté mi idea, mi historia, y mis planes, y todo le gustó. De un momento a otro agarró una servilleta, sacó un lapicero de su cartera y empezó a escribir varios nombres de organizaciones y de personas. Me dijo “mira, yo te puedo contactar con estas personas para que te ayuden y amplíes tu red de contactos”. Resulta que desde que regresó a Perú, Diana se dedicaba a ver temas de emprendimiento, asesorar emprendedores y tenía muchas relaciones con distintas organizaciones.
Llegue a mi oficina y cuando abrí mi correo tenía 4 o 5 emails de esta amiga, en los cuales me “linkeaba” con sus contactos. Así empecé a aprovechar la red que ella había armado y cada vez que tenía algún problema al contactar a uno de sus contactos recurría a ella y se solucionaba el problema. Es así que un día le escribí diciendo: “Diana, no te gustaría ser la relacionista pública de Emprender.pe?”, la respuesta inmediata fue “Conversemos” (…)
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porque desapareció emprender.pe?? ahora que hay un auge en el Crowdfunding