Borges en «El Evangelio según Marcos» (El informe de Brodie, 1970) pone en la mente de Baltasar Espinosa el siguiente pensamiento «(…) los hombres, a lo largo del tiempo, han repetido siempre dos historias: la de un bajel perdido que busca por los mares mediterráneos una isla querida, y la de un dios que se hace crucificar en el Gólgota». Es la historia de la Odisea y la pasión de Cristo repetida una y mil veces. Sumaría la del hombre que se enamora perdidamente de una doncella inalcanzable, aunque reconozcamos, la Odisea tiene parte de esto. Con Romeo y Julieta completamos la trilogía de todas las historias que el hombre ha repetido, curiosamente el mismo número de secuelas que se nos promete con la última entrega de Cameron.
James Cameron (1954 – ) ha estrenado su última película, Avatar (2009), y lo ha hecho de forma brillante, por ahora ya puede anotar en el haber un taquillazo (US$ 492 millones sólo en los Estados Unidos) y dos Globo de Oro. Buena antesala para lo que vendrá con los Oscar.
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En lo que corresponde a la cinta. Avatar está hecha para avasallar y deslumbra con sus imágenes en 3D, que es la última apuesta de Hollywood para incentivar al público, contrarrestar la disminución de espectadores, enfrentar a la piratería y esquivar a las redes P2P. Filmada y proyectada al abrigo de un rosario de nuevas tecnologías, no falla en lo que promete. Estamos ante un cine de artificio donde la historia sucumbe ante una técnica hiperbólica. Efecto que durará hasta que la artimaña se convierta en tedio y la rutina permita digerir las historias nuevamente.
El valor de una película no sólo está en la tecnología empleada en su filmación y proyección, también es importante la historia subyacente. Sin una buena historia que contar no tenemos cine que valga la pena. No es objeto de esta entrada hacer un análisis de Avatar como expresión plástica aunque sí como historia que no como guión. Sobre su calidad existen voces autorizadas que lo pueden decir mejor que nosotros, hay críticas para todos los gustos: Alberto Abuin (‘Avatar’, el James Cameron de siempre), Santiago Navajas (Avatar: Pandora pertenece al viento) y Ricardo Bedoya (Avatar).
En lo que nos compete, la historia de Avatar es tributaria de tantas fuentes que no es fácil hacer un recuento completo de todas, de hecho en Internet (¿Quieres leer el guión que escribió James Cameron?) circula una parodia de su guión donde luego de alterar algunas palabras a un texto de Pocahontas terminamos con el de Avatar, tanto que John Smith y Jake Sully comparten las mismas iniciales. En otro campo, pareciera que Avatar no es otra cosa que la versión 2.0 del mito del buen salvaje o de la Hipótesis de Gaia de Lovelock.
Cameron nos ofrece una historia maniquea que ha sido recogida innumerables veces por el cine, como ejemplos tenemos a la animada Pocahontas (1995) de Mike Gabriel y Eric Goldberg, Pacto de honor (The Indian Fighter, 1955) de André de Toth, Motín a bordo (Mutiny on the Bounty, 1962) de Lewis Milestone, Un hombre llamado caballo (A Man Called Horse, 1970) de Elliot Silverstein, Bailando con lobos (Dances with Wolves, 1990) de Kevin Costner o El nuevo mundo (The New World, 2005) de Terrence Malick. En estas películas el hombre blanco termina seducido por la pureza de la cultura nativa hasta el punto de luchar contra los de su propia raza para mantener este paraíso salvaje lejos de su influencia.
Pero no son las únicas referencias cinematográficas que podemos encontrar. Avatar bebe también de El último samurái (The Last Samurai, 2003) de Edward Zwick, la magistral Apocalypse Now (1979) de Francis Ford Coppola o del fiasco Delgo (2008) de Marc F. Adler, para no olvidar a los animes Nausicaä del Valle del Viento (1984), El castillo en el cielo (1986) y la Princesa Mononoke (1997) todas de Hayao Miyazaki. Incluso podemos ver cómo los marines de Avatar se parecen a los de Aliens (1986) del propio Cameron, aunque a decir verdad todos los marines son iguales.
Las novelas de ciencia ficción no fueron ajenas al trabajo creativo de Cameron cuando escribió el primer guión. De esta forma se ha querido ver a una larga lista de novelas como sus fuentes: Llámame Joe (Call Me Joe, 1957) de Poul Anderson; The Winds of Altair (1973) de Ben Bova o To Fell a Tree (1959) de Robert F. Young. Se afirma que la trama de Camaron tiene más que sospechosas similitudes con una serie de novelas del género de ciencia ficción muy populares en la Rusia soviética, escritas en la década de los 60 por los hermanos Arkady y Boris Strugatsky. Es debido a estos parecidos que una organización comunista de San Petersburgo exige el arresto de Cameron.
Avatar también nos recuerda a aquellas leyendas donde un gran guerrero une políticamente a la tribu o al clan para hacer frente a un enemigo poderoso y más desarrollado. Las islas británicas tienen muchas historias de este tipo. Naturalmente encabeza la lista la leyenda de William Wallace (ca. 1272 – 1305) que unió a los diferentes señores feudales contra la dominación de Eduardo I de Inglaterra (Longshanks), recordemos para mayor referencia que en la cinta Corazón Valiente (Braveheart, 1995) de Mel Gibson los ejércitos escoceses se pintaban de azul para la batalla, el mismo color de los humanoides de Pandora, lugar donde Cameron sitúa su historia.
Pero aquí no acaba la cosa, el nombre de la cinta no es original. Avatar, La leyenda de Aang (2005 – 2008) es una serie de televisión animada producida por Nickelodeon con fuertes influencias del anime y manga japonés. Esta serie se desenvuelve en un cosmos de influencia asiática donde predominan las artes marciales y la manipulación de los elementos (aire, agua, fuego y tierra). La madeja de influencias de este primer Avatar es inmensa y seguro que si comparamos las dos entregas encontraremos algunas similitudes.
Con relación a los aspectos visuales de Pandora también se han encontrado algunos antecedentes. Sus bosques se parecen mucho a los dibujos de Roger Dean. También los videojuegos reclaman lo suyo. Diversas personas advierten que Cameron se inspiró excesivamente en el Universo de Halo desarrollado por Bungie Studios. La lista puede ser interminable. Ya aparecerá alguien advirtiendo que es evidente que los Pitufos (Les Schtroumpfs) de Peyo (Pierre Culliford) también inspiraron a Cameron porque son azules y viven en armonía con la naturaleza.
Ignoro si Cameron utilizó todas estas fuentes para armar el guión de Avatar, sin embargo, estoy seguro que aún si así fuera su trabajo no dejaría de ser original. Lo importante no son las partes sino el todo. Las nuevas tecnologías y el desarrollo de las telecomunicaciones han difuminado también los contornos antes claros entre lo que es copia, influencia y original. Lessig ya nos advirtió, primero en Cultura Libre (Free Culture) y luego en Remix, que en este contexto era necesario liberar la copia creativa de imágenes y sonidos.
Tengo la sensación que Avatar es sólo original en la tecnología y no por ello pierde validez. Cameron no ha hecho otra cosa que remezclar una serie de ideas de diferentes fuentes, amalgamando partes de distintas novelas, películas y leyendas para adornarlas con los ingredientes de siempre: una pizca de aventura, una pierna de misticismo y un rollo de romance. ¿Cuál es el sentido entonces de permitir la remezcla de ideas mientras se prohíbe la de imágenes y sonidos?