Paulo Coelho no necesita mayor presentación. El carioca guste o no es uno de los escritores más exitosos y prolíficos del momento. Desde la aparición de su primera entrega «Manual práctico del vampirismo» (1986) hasta la última «El vencedor está sólo» (2009) se han sucedido doce títulos que han situado a Coelho como uno de los escritores de más ventas en la actualidad.
De lo que no cabe duda, independientemente de la opinión que se tenga de su valía literaria, es que es nos encontramos ante un escritor que conecta con la sensibilidad de las mayorías y para sorpresa de algunos -me incluyo- anda espabilado en estas cosas de las nuevas tecnologías. Para muestra un botón, el discurso de Coelho en la Feria del Libro de Frankfurt (Frankfurter Buchmesse) nos presenta una visión acertada sobre los derechos de autor y el camino que tendría que seguir la industria editorial si quiere sobrevivir en este campo minado de redes P2P, espacio donde la industria musical viene cosechando estruendosos fracasos.
Para Coelho las tecnologías que tienen éxito son aquellas que permiten hacer circular las ideas y alcanzar a la mayor audiencia posible. Las Leyes se adaptaron a este contexto y no al revés. El concepto jurídico de derecho de autor creció de la mano con la era industrial, donde la producción y los costos de distribución eran relativamente altos.
Con la web, se impone una nueva forma de compartir las ideas que desafía al viejo modelo económico. Hay una diferencia, entre la web con las anteriores plataformas: la web no impone costos de producción y distribución. Las personas ya no son espectadores pasivos de las transformaciones de la sociedad, sino que interfieren en el proceso colectivo. Siempre y cuando se tenga una conexión a Internet, la criatura se convierte en el creador.
Coelho identifica bien que hay un elemento del que la mayoría de las personas no son plenamente conscientes: la gente está compartiendo lo que estima pertinente en forma libre y espera que lo mismo ocurra con todos los sistemas de comunicación de masas.
En este contexto la industria editorial parece más «protegida» en la web que la música o el cine. El libro se ha librado hasta ahora de la web, porque, en comparación con otros medios de comunicación, tiene ventajas en este nuevo entorno tecnológico. Los costos de producción son infinitamente más bajos que en el cine o la música. El negocio editorial se ha elevado gracias a un renacimiento por la lectura y lo que es más importante, todavía no ha visto la desmaterialización de la obra como un vaso de ideas.
Coelho señala que contrariamente a lo que dicta el sentido común la mejor fórmula para sobrevivir es el que más da, más gana. Sostiene esta afirmación con algunos ejemplos. Sus libros tuvieron un comienzo muy difícil en Rusia donde inicialmente las ventas fueron muy bajas. Con la aparición de una copia pirata digital de «El Alquimista» – que más tarde se incluyó en su web oficial – las ventas se dispararon de forma increíble hasta alcanzar el millón de libros. Hoy, han llegado a la marca de más de 10 millones.
El Coelho Pirata estuvo en la web durante tres años, siendo alimentado por lectores de todo el mundo, y nadie en la industria se quejó de ello, en parte porque las ventas siempre crecieron. Por ello una vez al mes desde el año 2008, sube uno de sus títulos, para ser leído en línea.
Para Coelho esta es la prueba viviente de lo que impulsa a la industria: el uso de la web como un mecanismo de promoción que se refleja en el mundo físico. Esta, es la idea detrás del sitio web Pirate Coelho, donde se compilan los enlaces torrent de todos los libros del autor para descarga. La gente puede decidir después si van a comprar el libro físico.
Finalmente, Coelho reflexiona sobre el futuro de los derechos de autor y la sostenibilidad de la industria editorial. No tiene una respuesta. Pero reconoce que aun cuando se gana la vida con sus derechos de autor tiene que adaptarse. No sólo por la posibilidad de generar una conexión más directa con sus lectores, sino también por el desarrollo de un lenguaje nuevo, basado en Internet, que será el idioma del futuro: directo, sencillo, sin ser superficiales. Internet enseña: no tener miedo de compartir las ideas.